MASONERÍA

     La masonería no es un partido político, ni un sindicato, tampoco, es un religión, ni una secta, y ni una sociedad secreta, aunque, naturalmente, tenga sus secretos como cualquier otra institución. La masonería tampoco es una doctrina filosófica. En el mejor de los casos no pasarían de ser meras reflexiones personales, como en su día hicieron masones, como Lessing, Fichte, Herder, Goethe o Krause. Una cosa es que haya habido masones filósofos o masones eclesiásticos, y otra, que la masonería como institución se quiera confundir con una religión o una filosofía. La masonería es un cuerpo que intenta unir a los hombres en torno a valores comunes de tolerancia y fraternidad. Bajo la inspiración de Dios (Delta sagrado), entre las columnas J y B, y desde el trono del rey Salomón la Masonería, inspira los elevados ideales de Salud, Fuerza, Unión; Libertad, Igualdad, Fraternidad entre todos los pueblos del Orbe.

    

   La propia Gran Logia de Inglaterra, en varias ocasiones, ha tenido que salir al paso de falsas interpretaciones. Así, en 1950, en carta dirigida a la Gran Logia de Uruguay se expresó diciendo que la masonería no es un movimiento filosófico que admita toda orientación y opinión. La verdadera masonería —añadirían— es una práctica ritualizada «para conservar y extender la creencia en la existencia de Dios, para ayudar a los masones a regular su vida y su conducta en los principios de su propia religión, cualquiera que ésta sea: cristianismo, budismo, islamismo; pero ésta debe ser una religión que tenga un libro sagrado sobre el cual pueda el iniciado prestar juramento».

 

  Las sociedades del orden que sean, religiosas, políticas, profesionales, económicas o comerciales, observaban antaño un ritual durante sus reuniones; tenían símbolos, programas y palabras de orden o contraseñas. Asociaciones semejantes se formaron en todos los cuerpos de oficios.

 

  Pocos gremios del Medievo han tenido tanto influjo y repercusión en la historia posterior como el de construcciones. La logia era una oficina de trabajo provista de mesas o tableros de dibujo, en la que había un suelo de yeso para trazar los detalles de la obra. Desde el punto de vista administrativo, la logia era también un tribunal, bajo la autoridad del maestro albañil, quien mantenía la disciplina. Allí donde se acometían obras de alguna importancia se construyeron logias, y a su alrededor habitaciones convertidas en colonias o conventos, ya que los trabajos de edificación duraban varios años. La vida de estos trabajadores estaba reglamentada por estatutos, cuyo fin principal era lograr una concordia completamente fraternal, porque para realizar una gran obra era indispensable que convergiera la acción de las fuerzas unidas.

 

  Como todos los gremios medievales, también los albañiles tenían sus Patronos protectores, que eran honrados con solemnes fiestas. Estos eran los dos San Juan, el Bautista y el Evangelista, más conocidos con el nombre de San Juan de verano y San Juan de invierno, y en especial los Cuatro Santos Coronados. Así, por ejemplo, los Estatutos de Ratisbona de 1559 comienzan de esta forma: «En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, de la bienaventurada Virgen María, así como de sus Bienaventurados Siervos, los Cuatro Santos Coronados, a su memoria eterna».

 

  En Inglaterra, en 1350, aparece por vez primera la denominación de Francmasón o de free-stone-mason, es decir, el albañil que trabaja la piedra de adorno, para distinguirlo del rough-mason, trabajador tosco, comúnmente aplicado a los canteros ingleses. Se encuentra en un Acta del Parlamento, correspondiente al año veinticinco del reinado de Eduardo III. No obstante el término de franquicia, freedom, para algunos autores tendría relación con la exención o liberación de los albañiles de las grandes construcciones, respecto de las corporaciones de las ciudades en las que vivían. Y estos grupos de masones itinerantes defendían con gran empeño su unión y sus franquicias o exenciones, no queriendo depender en modo alguno de las corporaciones locales, lo que hoy día llamaríamos la autonomía sindical.

 

  El paso de la masonería medieval de los constructores de catedrales (masonería operativa), a la masonería moderna (masonería especulativa) puede seguirse a través de una serie de documentos que permiten apreciar la transición. Estos se encuentran, sobre todo, en la famosa Gran Logia de Edimburgo, que tenía sus reuniones en la St. Mary Chapel. Precisamente la St. Mary Chapel Lodge de Edimburgo ha conservado sus archivos completos desde 1599. Estos archivos nos permiten constatar que a lo largo del siglo XVII, aparecen, al lado de los verdaderos operarios que trabajan la piedra, otros personajes que ejercían una profesión totalmente diferente: abogados, mercaderes, cirujanos, etc., a título de accepted masons o miembros honorarios, más conocidos con el nombre de «masones aceptados». Solía tratarse de aquellos personajes de la alta sociedad que patrocinaban los gremios, y les prestaban ayuda. Por otra parte la aparición de las Academias de Arquitectura quitó razón de ser al sistema gremial de aprendizaje de la construcción. Al cesar, la edificación de las grandes catedrales, las hermandades y logias masónicas fueron paulatinamente quedando en manos de los miembros adoptivos, o de los francmasones adoptados; que tomó cuerpo a partir de 1717, y en especial con las Constituciones de Anderson en 1723. El período de transición abarca fundamentalmente de 1660 a 1716, época de trastornos civiles, y que había concentrado en Inglaterra a la mayor parte de los masones operativos europeos a fin de reconstruir la ciudad de Londres, prácticamente destruida a raíz del incendio de 1666.

 

  La redacción de dichas constituciones corrió a cargo de dos pastores protestantes: John Th. Desaguliers y James Anderson. La primera edición apareció en 1723. De una forma simbólica se hace constar en ellas que en adelante ya no será la catedral un templo de piedra a construir, sino que el edificio que habrá de levantarse en honor y gloria del Gran Arquitecto del Universo será la misma Humanidad. El trabajo sobre la piedra bruta destinada a convertirse en cúbica; es decir, apta a las exigencias constructivas, será el hombre, quien habrá de irse puliendo en contacto con sus semejantes. Cada útil o herramienta recibirá un sentido simbólico: la escuadra, para regular las acciones; el compás, para mantenerse en los límites con todos los hombres. El delantal, símbolo del trabajo, que con su blancura indica el candor de las costumbres y la igualdad; los guantes blancos, que recuerdan al francmasón que no debe jamás mancharse las manos con la iniquidad; finalmente la Biblia, para regular o gobernar la fe.

 

    La masonería proporcionaba un lugar de encuentro de hombres interesados por el humanismo como fraternidad, por encima de las separaciones y de las oposiciones sectarias que tantos sufrimientos habían acarreado a Europa la Reforma, por una parte, y la Contrarreforma, por otra. Les animaba el deseo de encontrarse en una atmósfera de tolerancia y fraternidad. El artículo fundamental de las Constituciones de 1723 lo subraya claramente al exigir a todo masón la creencia en Dios como medio de conciliar una verdadera amistad entre sus miembros. Otro artículo precisa que ningún ataque o disputa serán permitidos en le interior de la logia, y mucho menos las polémicas relativas a la religión o a la situación política. De hecho son pocos los artículos, pero todos ellos son claros, precisos e inspirados en los más nobles sentimientos de fraternidad y de honor. Se inculca la práctica de la virtud por el sentimiento del deber, no por la esperanza de premios o por el temor de castigos. Y como nota digna de destacarse en aquella época, no se hace distinción ni de clases ni de creencias políticas o religiosas. Es curioso observar que fuera en las logias de masones donde precisamente se establecieron normas donde la tolerancia religiosa permitía la convivencia de católicos y protestantes, precisamente en una nación donde los católicos eran duramente perseguidos.

 

   Tanto la Masonería reflejada en sus propias Constituciones, como la que resulta de los informes de la policía de diversos países o los de la Inquisición, viene a ser una asociación basada en una cierta mística ritualista, tomada en gran parte de sus tradiciones medievales, que respetaba y armonizaba a todas las religiones monoteístas, actitud que suponía la tolerancia religiosa que en aquella época era sinónimo de herejía, y en la que los masones se encontraban dentro de un ambiente social en el que se borraban las diferencias de clases, fortuna y religión, y en el que dentro de un espíritu de fraternidad e igualdad podían dar cauce a la filantropía. La unanimidad de noticias, informes, publicaciones, correspondencias, etc. a lo largo de todo el siglo XVIII, provengan del país que sea, resulta tan reveladora como sus propias Constituciones. La Masonería aparece como una reunión, por encima de las divisiones políticas y religiosas del momento, de hombres que creían en Dios, que respetaban la moral natural, y que querían conocerse, ayudarse y trabajar juntos a pesar de la diferencia de rango social, y de la diversidad de sus creencias religiosas, y de su filiación a confesiones o partidos.

 

    El denominador común de la Masonería del siglo XVIII, en países tan dispares como Austria, Italia, Portugal, Suiza, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Suecia, México, Inglaterra, Perú, etc., es el de una asociación admiradora de la armonía de la naturaleza, obra del Gran Arquitecto del Universo, y propagadora de la amistad universal entre los hombres que permitía a cada uno encontrar en las logias su bienestar, gracias a la tolerancia de los demás.

 

     Además, el secreto (que procedía de la necesidad de conservar cuidadosamente las fórmulas arquitectónicas de la Edad Media), sus ceremonias, su gusto por lo simbólico y litúrgico, dotaba a la masonería de un incentivo místico que ejercía un poderoso atractivo que hizo que fuera masiva la afluencia a las logias de católicos y de eclesiásticos. Así se explica no sólo la presencia de sacerdotes en la mayor parte de las logias europeas, en las que figuran obispos, abades, canónigos, teólogos y toda clase de sacerdotes y religiosos, sino la existencia de logias integradas únicamente por sacerdotes y religiosos.

 

Extractado de:

José A. Ferrer Benimeli, “Qué es la masonería”, en José A. Ferrer Benimeli (coor.), La Masonería, Historia 16, Extra IV- Noviembre 1977, pp. 5-14 y de J. A. Ferrer Benimeli, La masonería, Madrid, 2001, pp. 7-9.

 

¿QUE ES LA MASONERÍA?

 

     Se trata de una organización gremial fraternal y creyente (teista o deista) de origen medieval y refundada en Londres en 1717-1723 cuyo método de enseñanza se basa en la práctica de ritos y en la reflexión sobre símbolos. Para facilitar tales fines, destierra de sus logias todo aquello que pueda separar o enemistar a los hombres e impedir su unión; especialmente, se prohíbe todo debate sobre asuntos políticos o religiosos. En este sentido, las Constituciones de los Franc-masones, popularmente conocidas como Constituciones de Anderson (1723) establecían que “la masonería es el centro de unión y el medio de conciliar verdadera fraternidad entre personas que de otro modo hubieran permanecido perpetuamente distanciadas” (Landmark I). Igualmente, se prohibían los debates políticos y religiosos. Estos enunciados tuvieron un carácter realmente innovador, pues era la primera vez en la historia que una institución civil formulaba, como objetivos esenciales, la hermandad y la tolerancia religiosa por encima de cualquier otra diferencia de credo, raza o condición social. La aplicación integral de esos principios creó espacios de convivencia entre personas de distintos estamentos sociales y facilitó el encuentro entre católicos y protestantes, o entre cristianos, judíos y musulmanes.

 

     Ahora bien, conviene precisar que el método de trabajo masónico por excelencia, lo que contribuía más cabalmente al aprendizaje, incluso la misma práctica de la fraternidad masónica, se efectuaba en un espacio sagrado o trascendente sometido a un ritual que tenía la finalidad de presentar a sus miembros un itinerario formado por símbolos, gestos, movimientos o alocuciones que les llevarían a la compresión de ciertos conocimientos.

 

     Lo cierto es que, en pocas décadas, la Orden masónica alcanzó un éxito insospechado que atrajo a sus filas a reyes, emperadores, aristócratas, cardenales, obispos, filósofos, artistas e ilustrados, como el emperador Francisco I de Lorena, el príncipe de Gales Federico Luis, Federico II de Prusia, Montesquieu, Voltaire, Goethe, Herder, Mozart, Lessing, Fichte, etc.

 

¿Cuáles fueron las razones de tan sorprendente éxito?

 

    Primeramente, se trataba de una asociación civil, es decir, no sometida a la autoridad eclesiástica, estatal o académica. En este aspecto, la masonería proporcionó un espacio de encuentro a hombres interesados por el humanismo en el sentido más amplio del término; un espacio que, al no estar sometido a la censura más o menos oficial, constituyó un movimiento alternativo, cuando no precursor, de la sociabilidad practicada en los museos, clubes, sociedades literarias, sociedades económicas, gabinetes de lectura, tertulias, academias y seminarios.

 

    En segundo lugar, la masonería se encaminaba a la práctica de la beneficencia y de la fraternidad interestamental y transnacional, es decir, universal, sin distinción de credos religiosos y políticos, raza o condición social. De esta manera, en la medida en que cultivaba una tolerancia respetuosa con las ideologías políticas y creencias religiosas imperantes en Europa, las logias acabaron por quebrar la sociabilidad oficial practicada en las corporaciones y gremios, o en los estamentos del clero, nobleza y tercer estado. En esta línea, un testimonio del año 1743 definía la masonería como una “especie de academia que admite toda clase de personas, desde el príncipe más excelso, hasta el más vil plebeyo, para estar juntos en reuniones y discurrir con entera libertad de cualquier materia imaginable a excepción de lo que respecta a la religión y a los príncipes”. En efecto, las Constituciones de Anderson de 1723 establecen de manera inequívoca que “la Masonería defiende el derecho de cada persona a tener sus individuales opiniones dentro del mutuo respeto entre personas rectas y honradas cualquiera que sea el credo o denominación que las distinga...” (Landmark I). Además, en virtud del Landmark II, “el Masón ha de ser pacífico súbdito del Poder civil doquiera resida o trabaje, y nunca se ha de comprometer en conjuras y conspiraciones contra la paz y bienestar de la nación ni conducirse indebidamente con los agentes de la autoridad”. A ello se añade lo preceptuado en el Landmark IV, especialmente revolucionario para su época, y que establece que “no se habrán de promover disputas ni discusiones en el recinto de la Logia y mucho menos contiendas sobre religión, nacionalidades y formas de Gobierno, pues somos de todas las naciones, razas y lenguas”. Finalmente, las Constituciones de Anderson, en su Landmark VI, insisten en la igualdad natural de los masones en logia: “toda distinción entre los masones ha de fundarse únicamente en la valía y mérito personal […] todos los masones son hermanos y serán tratados como iguales”.

 

     No es de extrañar que tan novedosos principios propiciaran el rápido éxito de la masonería moderna o especulativa, máxime en una época en la que aún no estaban reconocidos el derecho ni la libertad de asociación, o de reunión.

 

¿QUÉ NO ES LA MASONERÍA?

 

      Diversos son los calificativos que ha merecido la masonería; organización burguesa, revolucionaria, izquierdista, republicana, anticlerical…

 

     Algunos historiadores afirman que la masonería especulativa, nacida en 1717-1723, fue y sigue siendo una típica institución burguesa desarrollada al amparo de los aires novatores e ilustrados de la época. Sin embargo, no puede olvidarse que la masonería del XVIII fue una institución de carácter marcadamente aristocrático en la que la mayoría de sus miembros estuvieran animados por una ideología esencialmente conservadora y, por ende, escasamente receptiva a secundar proyectos reformistas y menos aún revolucionarios.

 

     De otro lado, se asocia la masonería con la ideología republicana aunque, más bien podría sostenerse justamente lo contrario, esto es, la afinidad de la masonería con la monarquía. En efecto, conviene recordar que la masonería surgió en un entorno monárquico, y fue siempre apoyada por los reyes mediante diversos privilegios y franquicias. De hecho, a partir de 1721, la masonería inglesa no sólo ha estado siempre presidida y dirigida por un miembro de la nobleza titulada, sino que han sido varios los miembros de la familia real británica que han desempeñado de manera efectiva las más altas responsabilidades dentro de la Orden. La masonería británica, como las de los países nórdicos, ha surgido y convivido con la forma de gobierno monárquica a lo largo de más de setecientos años, sin que se haya planteado fundadamente la incompatibilidad entre ambas instituciones. Por supuesto que ello no autoriza a considerar a la masonería como una Orden aristocrática, aun cuando buena parte de las reelaboraciones rituales efectuadas durante el siglo XVIII, y conservadas en la actualidad, se deban a las influencias nobiliarias; por ejemplo, el uso de espadas en logia, las denominaciones principescas de los altos grados y escenas de armar caballero, las bandas azules a imitación de las utilizadas en la aristocrática Orden francesa del Saint-Esprit, la denominación de los máximos jefes de la Orden como grandes maestres o grandes comendadores, etc.

 

     Otra de las mistificaciones que rodean a la masonería es su supuesto ideario progresista o izquierdista. A esta idea contribuyó la afiliación masónica de destacados líderes socialistas, anarquistas o comunistas, como Lafargue, Proudhon, Bakunin, Buonaroti o Malatesta. No obstante, la masonería especulativa denominada regular, se fundamenta, desde las Constituciones de Anderson (1723), en la tajante prohibición de las discusiones y debates políticos y religiosos en las logias. Si por algo se caracteriza la Orden del Gran Arquitecto del Universo es precisamente por su vocación decididamente apolítica. Ello impide denominarla progresista o conservadora, monárquica o republicana; pues, en cumplimiento de sus propios estatutos fundacionales, su ámbito de actuación se encuentra fuera de tales cuestiones. Bien es verdad que, a fines del siglo XVIII, surgieron otras formas de masonería adogmáticas o liberales, consideradas cismáticas por las obediencias regulares que ya, a mediados del siglo XIX, fueron decididamente partidarias de la acción política.

 

     También se la ha tachado de laicista, aunque lo cierto es que, durante la mayor parte del siglo XVIII y comienzos del XIX, fue todo lo contrario; pues siendo inequívocamente creyente, la masonería defendía la tolerancia entre las diversas confesiones religiosas (hecha la salvedad de algunas obediencias masónicas alemanas o suecas que exigieron profesión de fe cristiana), permitiendo que personas de distinto credo compartieran trabajos en logia sin otra condición que la creencia en Dios. Por eso, su compromiso de evitar los debates políticos en logias, la alejó de toda discusión sobre la laicidad o aconfesionalidad del Estado. No obstante, frente a esta masonería regular, la llamada masonería liberal o adogmática surgida en Bélgica y Francia en la segunda mitad del XIX, fue una militante convencida de la causa laicista.

 

     Igualmente, se la ha acusado de anticlericalista, pese a que la propia masonería establecía ya desde las Constituciones de 1723 la prohibición de tratar o debatir cuestiones religiosas. De hecho, los masones regulares venían obligados por sus estatutos a observar ciertas festividades, como las de los dos san Juan, de invierno (Evangelista) y de verano (Bautista), que señalan los puntos solsticiales; o las de los santos patronos del oficio: los Cuatro Santos Coronados, mártires tardorromanos que ya aparecen venerados en los versos 527-565 del conocido manuscrito masónico Regius del año 1390. Bien es verdad que algunas organizaciones masónicas de la segunda mitad del XIX retorcaron esta prohibición, rompiendo con la llamada regularidad u ortodoxia masónica.

 

     También se la ha calificado de sociedad secreta cuando, en rigor, fue una sociedad fraternal que adoptó determinadas prevenciones, como la clandestinidad, para protegerse de las persecuciones que llevaron a la cárcel y aún a la muerte a muchos masones. Más que una sociedad secreta, fue y es una sociedad con secretos. Como también los tuvieron y tienen en la actualidad determinadas instituciones públicas (por ejemplo, el secreto del sumario en el procedimiento judicial) o empresas privadas que, al amparo de la ley, exigen a sus miembros o empleados un compromiso de confidencialidad que garanticen su intimidad o su patrimonio inmaterial (derechos de propiedad intelectual, patentes, etc.). La ley también ampara el secreto profesional (abogados, médicos, periodistas). La propia religión católica tiene el secreto de confesión o el de la elección papal.

 

Extractado de:

Javier Alvarado Planas, Monarcas masones y otros príncipes de la Acacia, Madrid, 2017, vol. II, pass.

Javier Alvarado Planas, Apercepciones sobre la iniciación masónica, Madrid, 2019, pp. 11-26.

 

LA HISTORIA DE LA MASONERÍA EN GRAN BRETAÑA

     Se acepta generalmente que lo que entendemos hoy por masonería nació en Gran Bretaña, especialmente en Escocia, a partir de las viejas logias operarias de los canteros. Entre estas cofradías figura, desde el siglo XIV, la Venerable Compañía de Masones, que en el siglo XVII albergaba un núcleo conocido con el nombre de «Aceptados» en el que podían ingresar otras personas. En efecto, hay en Escocia varios documentos que prueban que las Logias Operativas Masónicas aceptaban como miembros honorarios a individuos no relacionados con el oficio de canteros que, con el tiempo, llegaron a ser estamento predominante de las Logias. De hecho, durante bastante tiempo estuvo vigente una norma por la que al menos dos operarios masones debían estar presentes en el acto de iniciación de un candidato.

     La Primera Gran Logia “especulativa” se constituyó el 24 de junio de 1717, cuando cuatro logias de Londres se reunieron en la taberna Goose and Gridiron y formaron la que denominaron Gran Logia de Londres y Westminster. En 1723 se publicaron las Constituciones de Anderson conteniendo sus reglas de organización y principios. El Hermano Anthony Sayer fue elegido como primer Gran Maestre. No obstante, desde 1721 se eligió siempre a un aristócrata. 

    Antes de 1738, muchos católicos, incluso sacerdotes, eran miembros de Logias. De hecho, en 1729, el duque de Norfolk, católico practicante, fue Gran Maestre de la Gran Logia Inglesa. En 1738, sin embargo, el Papa Clemente XII publicó la Bula «In Eminenti» en la que condenaba a la masonería. 

 

    La Bula no tuvo igual eco en Irlanda. Pese a su carácter mayoritariamente católico, la masonería siguió gozando de popularidad entre los irlandeses. Sólo un siglo después, y debido a las fuertes presiones de la jerarquía católica, la Bula entró en vigencia.

 

    En 1751 un grupo de francmasones formó una Gran Logia rival, la Gran Logia de Masones Libres y Aceptados de Inglaterra, argumentando que la Gran Logia creada en Londres había introducido innovaciones y se había apartado de los antiguos linderos de la Masonería. Por este motivo será denominada como la Gran Logia de los antiguos, en contraposición a la Primera Gran Logia que será conocida como la de los modernos. Para esta Gran Logia de los antiguos su Gran Secretario Laurence Dermott, compiló unos estatutos que denominó Ahiman Rezon, nombre hebraico que viene a significar “Una ayuda a un Hermano”. 

 

     Las rivalidades entre ambas Obediencias se mantuvieron hasta que se unieron el 27 de diciembre de 1813 de la mano de sus respectivos Grandes Maestros, los duques de Sussex y de Kent, hijos ambos del rey Jorge III. La nueva organización se denominó Gran Logia Unida de Inglaterra, que es la que pervive en la actualidad. El duque de Sussex fue su primer Gran Maestro. Actualmente, es el Príncipe Eduardo, Duque de Kent, quien ejerce como Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra.

 

     Gran Logia Unida de Inglaterra suele ser considerada como el principal referente mundial de la corriente masónica que se denomina regular, para distinguirla de la que admite la presencia de mujeres en la masonería y no establece para sus miembros la condición de creer en Dios o en un Ser Supremo y el juramento sobre un libro de la Ley Sagrada. Es aceptado por la generalidad de las Obediencias masónicas que la denominada regularidad de origen emana de la primitiva Gran Logia de Londres y Westminster. En este sentido, las Obediencias que se consideran regulares habrían recibido su carta patente directamente de esta Gran Logia o transmitida a través de otras Obediencias intermedias, cuyo primer eslabón sería la Gran Logia de Londres y Westminster.

 

Extractado de:

S. Vatcher (Ex Gran Maestre de la Logia Quatuor Coronati nº 2076 E. C. de Londres), “La historia de la Masonería en Gran Bretaña”, en José A. Ferrer Benimeli (coord.), La MasoneríaHistoria 16, Extra IV- Noviembre 1977, pp. 95-100.

 

ORÍGENES DE LA MASONERÍA EN LOS ESTADO UNIDOS DE NORTEAMÉRICA

 

     El primer masón conocido en la historia de Estados Unidos fue John Skene. Había ingresado en la Logia número 1 de Aberden, Escocia, en 1682. Ese mismo año emigró a Norteamérica, instalándose en Burlington, estado de Nueva Jersey, del que llegaría a ser vicegobernador en 1685 y hasta su muerte en 1690.

 

     El primer masón nacido en Estados Unidos fue Jonathan Belcher, natural de Boston, donde viera la luz el 8 de enero de 1681. Durante una estancia en Londres, Belcher se afilió a una logia masónica (1704). Fue gobernador colonial de Massachussetts y New Hampshire. Con el paso del tiempo, otros masones debieron emigrar a Norteamérica. Massachusstts y Pennsilvania en 1730 disponían de logias masónicas.

     Henry Price es llamado a veces el «padre de la masonería norteamericana». Nació en Londres alrededor del año 1697, y emigró a Norteamérica en 1723. Visitando Londres en 1730, fue incluido en la logia nº 75 que se reunía en el 

café del Arco Iris (Rainbow Coffee House) y en abril de 1733, fue nombrado por la Gran Logia inglesa Gran Maestre Provincial de Nueva Inglaterra, autoridad que al año siguiente le sería extendida a toda Norteamérica. Murió en mayo de 1780.

 

     El 23 de septiembre de 1743, Thomas Oxnard fue nombrado Gran Maestre de Norteamérica por Lord Ward, Gran Maestre de la Gran Logia de Inglaterra. Oxnard se había hecho miembro de la logia 1 de Boston el 27 de enero de 1736.

      Quien quiera estudiar la historia de la masonería en las colonias norteamericanas durante la Guerra de la Independencia se encontrará con el obstáculo de no disponer apenas de documentos originales. A pesar de ello hay un considerable número de escritores masónicos empeñados en atribuir a la masonería un relevante protagonismo en la guerra de la Independencia y convertir a los principales dirigentes de la contienda en afiliados a alguna logia. Afirman, entre otras cosas, que la famosa «reunión de té» de Boston se fraguó en la logia de San Andrés; que todos los generales de George Washington eran masones y que los firmantes de la Declaración de Independencia también lo eran, así como todos los que firmaron la Constitución de Estados Unidos a excepción de uno. Pero ninguna de estas aseveraciones es correcta.

     Las «minutas» de la Logia de San Andrés respecto a la reunión que había de tener lugar la misma tarde en que se celebró la sesión de té de Boston, todavía se conservan, y puede advertirse que, al no haber aquel día quórum en la Logia, la reunión hubo de aplazarse.

     Por su parte, George Washington era masón, pero no todos sus generales, pues de las investigaciones practicadas se deduce que de estos 74 generales, 33 pertenecían a la masonería y, quizá, 15 más. De los 26 restantes no hay prueba alguna.

 

     56 firmas figuran al pie de la Declaración de Independencia. 9 de ellas correspondían con toda seguridad a masones y respecto a otras 23 las pruebas son dudosas. Los 9 masones son: William Ellery, de Rhode Island; Benjamin Franklin, de Pennsilvania; John Hancock, de Massachussets; Joseph Hewes, de Carolina del Norte; William Hooper, de Carolina del Norte; Robert Treat Paine, de Massachussetts; Richard Stockton, de Nueva Jersey; George Walton, de Georgia y William Vhipple, de Nueva Hampshire.

 

     39 firmas hay en la Constitución de Estados Unidos. De ellas, existen suficientes pruebas de que 13 firmantes eran masones y posiblemente otros 7, pero de los demás firmantes carecemos de testimonios concluyentes sobre su afiliación. Los 13 masones firmantes son: Gunning Bedford jr., de Delaware; John Blair, de Virginia; David Brearely, de New Jersey; Jacob Broom, de Delaware; Daniel Carroll, de Maryland; Honathan Dayton, de Nueva Jersey; John Dickinson, de Delaware; Benjamin Franklin, de Pennsilvania; Nicholas Gilman, de New Hampshire; Rufus King, de Massachussetts; James McHenry, de Maryland; William Paterson, de Nueva Jersey, y George Washington, de Virginia, que ingresó en la masonería el año 1753.

     

     Uno de los primeros ideólogos de la constitución fue el masón Edmund Randolph, miembro de la Logia Williamsburg, que se había convertido durante la guerra en el Ayudante de Campo del propio George Washington; con el tiempo, Gobernador de Virginia y Gran Maestre de la Gran Logia de Virginia. 

     Igualmente, John Hancock había sido uno de los firmantes de la Declaración de Independencia de 1776. Nacido el 23 de enero de 1737 en Braintree, Massachusetts, hijo de un reverendo, en 1762 ingresó en la conocida Logia de San Andrés. En 1766, John fue elegido representante de la cámara de Massachusetts. Samuel Adams le introdujo en política y fueron colaboradores inseparables. Hancock fue el presidente del Congreso en los momentos más difíciles de la Revolución. Falleció el 8 de octubre de 1793. Por su parte, el 

masón Richard Stockton estudió derecho, convirtiéndose en un prestigioso abogado. Muy amigo de George Washington, fue nombrado Presidente del Tribunal Supremo de Nueva Jersey. Capturado por los ingleses, tuvo que sufrir prisión y en 1777 fue intercambiado por otros prisioneros ingleses. Murió el 28 de febrero.

 

     La influencia de la masonería en algunos casos ha sido exagerada. Para muchos historiadores, el papel de la masonería en el Motín del té de Boston no habría sido determinante. Uno de los mayores ideólogos de la revolución, el inglés Thomas Paine, no era masón. Los líderes de la mayoría de las grandes logias en América eran leales al rey. De los siete Grandes Maestres de provincias, cinco apoyaron al rey. Varios masones muy conocidos, como Joseph Galloway, se unieron al ejército británico. Otro masón muy popular, William Johnson, que inició al primer indio americano masón, Joseph Brant, se mantuvo leal a los británicos.

 

     La fundación de los Estados Unidos de Norteamérica fue mucho más que el resultado de una victoria militar contra los ingleses, fue ante todo el triunfo de una ideología diferente. Los padres de la nación tomaron sus ideas de los filósofos del momento, pero también fueron influidos por las ideas de la masonería. El lema de la igualdad, libertad y fraternidad, también la separación de religión y Estado, laplena tolerancia religiosa o el concepto individualista. Pero también la influencia cristiana en muchos de los ideales del nuevo Estado es evidente; la idea de fraternidad es claramente cristiana, también la idea de libertad, por la que muchos abandonaron sus países para practicar libremente su religión. En cierto sentido fue una amalgama de todas ellas.

 

     En Norteamérica hay constancia de logias organizadas en el periodo de 1730 a 1740 en las colonias americanas. La primera noticia data de 1730 cuando Benjamín Franklin publicó un artículo en The Pensilvania Gazzete dando cuenta de 

la instalación de la masonería en la colonia. De hecho Franklin ingresó en la Logia Sant John de Filadelfia en 1731 y llegaría a convertirse en Gran Maestre durante muchos años. Poco después publicaría como impresor las Constituciones de Anderson.plena tolerancia religiosa o el concepto individualista. Pero también la influencia cristiana en muchos de los ideales del nuevo Estado es evidente; la idea de fraternidad es claramente cristiana, también la idea de libertad, por la que muchos abandonaron sus países para practicar libremente su religión. En cierto sentido fue una amalgama de todas ellas.

 

     En Norteamérica hay constancia de logias organizadas en el periodo de 1730 a 1740 en las colonias americanas. La primera noticia data de 1730 cuando Benjamín Franklin publicó un artículo en The Pensilvania Gazzete dando cuenta de la instalación de la masonería en la colonia. De hecho Franklin ingresó en la Logia Sant John de Filadelfia en 1731 y llegaría a convertirse en Gran Maestre durante muchos años. Poco después publicaría como impresor las Constituciones de Anderson.

 

      Respecto a la primera logia de carácter militar de la que hay noticia, fue creada en 1732 por el 1º Regimiento de Infantería, conocido también como los Escoceses Reales. En 1755 la masonería ya se había extendido por el ejército británico y existían veintinueve logias. Algunos miembros del alto mando pertenecían a distintas logias, como es el caso del general Sir John Ligonier y el duque de Cumberland. Uno de los subalternos de Ligonier, el futuro lord Jeffrey Amherst, se convertiría en uno de los miembros más destacados de la masonería. Amherst pertenecía al 1º Regimiento de Guardias de Infantería con el cargo de Ayudante de Campo.

 

      Durante la Guerra de la Independencia todos los regimientos británicos disponían de una logia masónica incorporada a ellos, y había asimismo logias militares agregadas a algunos regimientos del ejército colonial. La más famosa de estas últimas era la Logia de la Unión Norteamericana, que se reunía de vez en cuando y, sobre todo, para festejar los días de San Juan.

 

     Al terminar la guerra, se crearon logias y se estipuló como regla que sólo habría una Gran Logia por cada estado y que ninguna podría promulgar el privilegio de fundar una logia en un estado o zona donde ya hubiese funcionando una Gran Logia. Principio calificado como «doctrina de jurisdicción exclusiva».

 

     Tras la guerra George Washinton fue nombrado Presidente en el año 1789 (y reelegido en las presidenciales de 1792) y John Adams su Vicepresidente. La ceremonia de poderes, que se celebró el 30 de abril de ese mismo año, fue marcadamente masónica. El juramento fue tomado por Robert Livingston, Gran Maestre de la Gran Logia de Nueva York. La ceremonia fue dirigida por el también masón, general Jacob Morton. Al candidato le escoltó el general Morgan Lewis, que también era masón. Washington juró la Constitución sobre la Biblia de la Logia nº 1 de San Juan de Nueva York.

 

     Las Grandes Logias creadas en las 13 primeras colonias se fundaron en las fechas siguientes: Virginia, 13-X-1778. Carolina del Sur, 27-XII-1783. Pennsilvania, 25-IX-1786. Georgia, 25-XII-1786. Nueva Jersey, 18-XII-1786. Maryland, 19-IV-1787. Nueva York, 6-VI-1787. Carolina del Norte, 12-XII-1787. Connecticut, 8-VII-1789. Nueva Hampshire, 8-IV-1789. Rhode Island, 27-VI-1791. Massachussetts, 5-III-1792 y Vermot, 15-XII-1794.

 

     A medida que los colonos avanzaban hacia el Oeste, los masones que se instalaban en las nuevas zonas solicitaban privilegio para crear logias. Las logias militares y civiles encontraron en las guerras indias una razón para colaborar juntas. Muchos de los soldados y oficiales recién llegados eran masones.        

 

     Las logias fueron verdaderos transmisores de ideas. La filosofía de Hume, Voltaire o Locke no hubiera llegado a tantos hombres sencillos de América si no hubiera sido por este tipo de logias. Muchos soldados no se hubieran convertido en defensores de las ideas ilustradas si no hubieran pertenecido a la masonería. Sin embargo, los hermanos de las logias tendrían que enfrentarse entre sí en la revolución americana y poner a prueba su fidelidad masónica y patriótica.

 

      La masonería fue la primera organización que permitió la diversidad religiosa de sus miembros. Personas de todas las religiones, incluidos católicos y judíos, ingresaron en las filas de la hermandad. Muy tempranamente se permitió el ingreso de indios americanos y la creación de las primeras logias para gente de color. La primera logia formada por hombres de color fue la Prince Hall. Las logias de afroamericanos surgieron de las logias militares que combatían en la Guerra de la Independencia. Muchos de los soldados negros fueron aceptados en las logias militares. Uno de ellos, Prince Hall, formó la primera logia de hombres de color. Al parecer la logia nació en Barbados (Antillas) el 12 de septiembre de 1748. Algunos creen que llegó a Boston en 1765 procedente de África yl que fue liberado en 1770. Dicha logia de hombres de color fue autorizada como Logia Africana nº 1 por la Gran Logia de Inglaterra, en la ciudad de Boston el 29 de abril de 1787. A esta logia se le permitió establecer otras y se convirtió en logia madre. Hubo algunos casos excepcionales de integración de hombres de color en logias de blancos, como la logia 116º de Nueva Jersey y algunas logias de Massachusetts y Nueva York.

     Las logias fueron verdaderos transmisores de ideas. La filosofía de Hume, Voltaire o Locke no hubiera llegado a tantos hombres sencillos de América si no hubiera sido por este tipo de logias. Muchos soldados no se hubieran convertido en defensores de las ideas ilustradas si no hubieran pertenecido a la masonería. Sin embargo, los hermanos 

de las logias tendrían que enfrentarse entre sí en la revolución americana y poner a prueba su fidelidad masónica y patriótica.

 

      La masonería fue la primera organización que permitió la diversidad religiosa de sus miembros. Personas de todas las religiones, incluidos católicos y judíos, ingresaron en las filas de la hermandad. Muy tempranamente se permitió el ingreso de indios americanos y la creación de las primeras logias para gente de color. La primera logia formada por hombres de color fue la Prince Hall. Las logias de afroamericanos surgieron de las logias militares que combatían en la Guerra de la Independencia. Muchos de los soldados negros fueron aceptados en las logias militares. Uno de ellos, Prince Hall, formó la primera logia de hombres de color. Al parecer la logia nació en Barbados (Antillas) el 12 de septiembre de 1748. Algunos creen que llegó a Boston en 1765 procedente de África yl que fue liberado en 1770. Dicha logia de hombres de color fue autorizada como Logia Africana nº 1 por la Gran Logia de Inglaterra, en la ciudad de Boston el 29 de abril de 1787. A esta logia se le permitió establecer otras y se convirtió en logia madre. Hubo algunos casos excepcionales de integración de hombres de color en logias de blancos, como la logia 116º de Nueva Jersey y algunas logias de Massachusetts y Nueva York.

 

Extractado de:

Alphonse Cerza, “La Masonería en Estado Unidos”, en José A. Ferrer Benimeli (coor.), La MasoneríaHistoria 16, Extra IV- Noviembre 1977, pp. 88-94. 

 

 

Vicepresidentes masones de EE. UU:

 Thomar Jefferson, el 2º;

George Clinton, el 4º;

Elbridge Gerry, el 5º;

Richard M. Johnson, el 9º;

George M. Dallas, el 11º;

William R. King, el 13º;

John C. Breckinridge, el 14º;

Andrew Johnson, el 16º;

Adlai E. Stevenson, el 23º;

Garret A. Hobart, el 24º;

Theodore Roosevelt, el 25º;

Charles W. Fairbanks, el 26º;

Thomas R. Marshall, el 28º;

Henry A. Wallace, el 33º;

Harry S. Truman, el 34º;

Hubert H. Humphrey, el 38º.

Historia de la Masoneria en Arizona y La Gran Logia de Arizona de F&AM

"Rastreando la Masonería en Arizona hasta el viejo oeste"

 

En la segunda mitad del siglo XIX, la frontera estadounidense estaba compuesta por los territorios occidentales desde Oklahoma hasta el noroeste del Pacífico. Los medios de comunicación de la época centraron la atención en los territorios occidentales y, sin duda, jugaron un papel importante en la inexorable ola de intrépidos pioneros, colonos, oportunistas y buscadores que inundaron los territorios. Ese período de tiempo a menudo se conoce como "El Viejo Oeste" o "El Salvaje Oeste".

 

Arizona es el telón de fondo de muchas películas y novelas sobre el Viejo Oeste. El novelista occidental Zane Grey pasaba regularmente tiempo en el Borde de Mogollón  cerca de Payson, Arizona. Las primeras películas muestran a vaqueros y hombres de la ley de Arizona interpretados por actores como Tom Mix y John Wayne. En esas películas, los héroes y villanos estaban claramente definidos y un vaquero de corte limpio siempre "salvó el día".

 

Sin embargo, las novelas y las películas rara vez representan un legado aún mayor que algunos pioneros y colonos trajeron consigo cuando poblaron los territorios. Trajeron consigo moral, valores y un fuerte sentido de amor fraternal, alivio y verdad. Trajeron la masonería a los territorios.

 

En 1863, las preocupaciones políticas y las presiones de la Guerra Civil fueron en gran parte responsables de la separación del territorio de Arizona del Territorio de Nuevo México. Ese año, el presidente Abraham Lincoln nombró a John A. Gurley como gobernador del recién creado Territorio de Arizona. Debía establecer un gobierno asegurando así que el Territorio de Arizona y sus recursos estarían y permanecerían bajo el control de la Unión. El gobernador Gurley murió antes de que pudiera llegar al territorio. John Noble Goodwin fue nombrado por el presidente Lincoln en su lugar.

 

John Goodwin, un masón, y su grupo llegaron al territorio de Arizona en diciembre de 1863. Estableció la capital territorial de Prescott, aproximadamente a veinte millas de Fort Whipple. En 1864, nueve maestros masones celebraron una reunión en Prescott en la casa de John N. Goodwin. El hermano Goodwin presidió la reunión. Después de asegurarse de que todos los presentes eran Maestros Masones, esos nueve Masones decidieron solicitar a la Gran Logia de California una dispensa para abrir una Logia en Prescott. El nombre seleccionado para la nueva logia fue Aztlán. El hermano John T. Alsap, quien más tarde se convirtió en el primer alcalde de Phoenix, fue elegido como su primer Maestro. El hermano Goodwin fue elegido para presentar la petición al Gran Maestre de California. El hermano Goodwin presentó la petición el 23 de abril de 1865, y se le concedió la dispensa que solicitaba. En enero de 1867, después de que se había otorgado la carta de California, la Logia Aztlán No. 177 fue debidamente constituida y los oficiales instalados por el Pasado Maestro John Martin.

La masonería había llegado oficialmente a Arizona.

 

A partir de entonces, se formaron cuatro logias más en sucesión. Estos cuatro son Arizona Lodge en Phoenix (1879), Tucson Lodge en Tucson (1881), Solomon Lodge en Tombstone (1881) y White Mountain Lodge en Globe. Todos menos White Mountain Lodge fueron otorgadas sus Cartas Patentes por la Gran Logia de California. White Mountain Lodge fue fundada por la Gran Logia de Nuevo México en 1881.

 

El 23 de marzo de 1882, representantes de estas cuatro logias se reunieron en Tucson con el propósito de considerar la conveniencia de establecer una Gran Logia de Masones Libres y Aceptados para el Territorio de Arizona.

 

Se formó un comité para examinar las credenciales de los delegados asistentes, y después de su informe satisfactorio, se resolvió que, en virtud de los poderes conferidos a los miembros reunidos, era correcto y apropiado que se formara una Gran Logia para el territorio. Se adoptó una constitución y se resolvió formalmente: "Que se abra una logia de Maestros Masones con el propósito de organizar y abrir, en forma masónica, la Gran Logia de Masones Libres y Aceptados para el Territorio de Arizona".

 

Se nombraron oficiales para llenar las estaciones y lugares y se abrió una Logia de Maestros Masones en forma masónica antigua. Los diversos miembros de la Mesa fueron elegidos de la siguiente manera: Gran Mestro Ansel Mellen Bragg; Gran Maestro Adjunto John Tabor Alsap; Gran Primer Vigilante Alonzo Bailey; Gran Segundo Vigilante William Arthur Harwood; Gran Tesorero Abraham Marx; y Gran Secretario George James Roskruge.

 

El 25 de marzo de 1882, los grandes oficiales fueron instalados y la Logia de los Maestros Masones fue cerrada en la antigua forma masónica, la convención habiendo cumplido con el negocio para el cual fue llamada, te tal manera Sine die.

 

La Gran Logia se abrió en forma adecuada, con música de un coro y oración del Gran Capellán, después de lo cual examinó y aprobó las cartas de las diversas logias representadas. Luego se decidió que, "La Gran Logia reclamó como límites de su jurisdicción todo el Territorio de Arizona", y además, que el Gran Maestre estaría autorizado a respaldar la carta de la Logia Aztlán cuando se le pidiera que lo hiciera. El 25 de marzo de 1882, después de instalar a los grandes oficiales y realizar el negocio para el que fue llamado, la Logia de los Maestros Masones fue cerrada en forma masónica antigua, sine die.

 

La Logia Aztlán más tarde se convirtió en un miembro colegiado, y juntas las cinco logias que formaban la Gran Logia tenían una membresía total de 274 masones.

 

Esas cinco logias originales todavía existen hoy en día y se designan como "Logias Territoriales".

 

Extractado y traducido de:

La Pagina Oficial de La Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de Arizona.